Un Pasaje Al Son de La Vida – Por Tessa Rivarola
Un pasaje al son de la vida
Tessa Rivarola, de Asunción Paraguay
Ecos del celebre de los 21 años de la Compañía de Teatro Espontáneo El Pasaje
Ciudad de Córdoba 2013.
En el pasaje Rearte a orillas de “La Cañada”, recoveco antiguo donde hace 21 años Marilén Garavelli y un grupo de personas empezaron a construir un sueño ladrillo por ladrillo, los espacios de arte se abrieron a chorros. Corrió la voz: desde el miércoles 13 hasta el sábado 16 de noviembre todas las noches hay algo en el Pasaje.
La gente, variopinta y de todas las edades, iba llegando en varios casos sin mucha idea de a qué iban, pero el convite olía a soltarse y disfrutar.
Entrando al Pasaje, más de uno, cayó en la cuenta que la curiosidad no mata, solo nos lleva un poco más allá de donde la sociedad tenía planeado mantenernos.
Miércoles noche, ensayo abierto de teatro espontáneo, en la actuación los jóvenes estudiantes de la compañía.
Como suele suceder en cada única función, de entrada, no hay línea divisoria (todas las fronteras son imaginadas) entre actores y público, todos los cuerpos están invitados al movimiento, luego, según el ánimo de cada quien, se van definiendo fronteras temporales para la ocasión: algunos eligen el lugar de la música, otros el de la actuación, otros el lugar del espectador. Entonces, van surgiendo las historias y una invita a la otra.
En esta función, en particular, los primeros relatos tuvieron que ver con la incomodidad, “eso que se siente cuando estás en un colectivo lleno”, aquello de “abrir la heladera cuando todavía no te despertaste del todo y tomarte el purgante que debía tomar tu viejo confundiéndolo con una botella de agua”, la vergüenza de haber sido “pillado” por el susodicho cuando lo estabas “cañeando”, estas y otras “metidas de pata”.
Las historias de incomodidades devinieron en un historia de parto (de hacía 17 años) y para el cierre de la función apareció una anécdota de violencia y de un grito atorado que se desató, habilitándonos a toda la audiencia a gritar a pata suelta.
Incomodidad, parto, violencia, grito, metáforas de algunas de nuestras relaciones con todo.
Jueves, tardecita, “les invitamos a pintar sin pinceles usuales, con estos elementos que les van a desafiar”, así nos invitaban dos mujeres a pintar lo que anhele ir saliendo. Indomables hilos danzando sobre papeles en blanco o en negro.
Mientras acontecía un reencuentro muy particular de cada quien con el juego y lo olvidado, algún poema de Benedetti asuraba las orejas. Tiemposintiempo.
Luego devino el convite a conocer el teatro-debate, Ligia, una transhumante que nos llevó a poner en el cuerpo los opuestos, el conflicto y posibles movimientos para mirarnos desde otros lugares.
El arte en nuestras vidas o la vida del arte nos llevó a reflexionar sobre esa dimensión humana que se nos ha expropiado, desde que algunos pocos se erigieron como los portadores de la definición de qué es y qué no es arte.
Búsqueda, intencionalidad, la puerta cerrada, el viento, los brotes, la pasión.
Cuáles son los ingredientes del arte?
Mañana del viernes, nuevos llegados, inicio del seminario intensivo como ceremonia de interiores.
En la acción, retornan las historias de pasión e impedimento. Resuena el flaco Spinetta: lo que hay que atravesar es el propio muro.
La estética y el pálpito del teatro espontáneo.
Viernes, primeras horas de la tarde, Roman nos invita a danzar explorando el propio ritmo y el contacto con los demás.
No sabemos muy bien de qué se trata la biodanza, pero el facilitador nos dice que es un asunto de coraje amoroso.
Ir soltando.
Un abrirse involuntario.
Un retorno a danzas ancestrales.
Otros registros corporales puestos en juego.
El tacto llevado hasta lo insospechado.
La ausencia de la palabra y la emergencia de otros decires.
“Cada vez creo menos en las palabras y más en el contacto”, decía un hombre de canos cabellos que se presentó como un antiguo bailarín de rocanroll que vino a ver de qué se trataba eso de la biodanza.
Viernes, más entrada la tarde, un convite a multiplicar escenas, salirnos del absolutismo de la única historia, buscar en los cuerpos esa inclinación espiralada que algunos teóricos (deleuze y guattari) llaman rizomas.
Probar los límites de la locura, esquizo límites, con cuidado, con ternura, con humor.
Viernes, noche, función abierta de teatro espontáneo, se encendieron las tres velas de lo irrepetible.
No fue ésta una función “pum pa´arriba” pero nos reflejó; en el batalle nuestro de cada día, los dolores, los pesos que arrastramos de nuestra historia, las frustraciones, la necesidad de soltar lo que nos ha sido impuesto.
Y también la función, a medida que iba llegando a su cierre, nos puso de frente a lo que está por venir, que puede llegar a ser (por qué no?) mejor del que hayamos vivido hasta ahora.
Recordando a Roberto Juarroz: “aveces comprendemos algo entre la noche y la noche”.
Sábado, mañana, de la mano de Gandarí y toda la sonoridad que nos trajo desde su nombre, su voz hasta su manera de andar, paseamos por juegos para despertar todos los sentidos. A veces es necesario apagar los ojos para ver con todo el cuerpo.
Esculpiendo imágenes de opresión y sumisión fueron apareciendo los matices con sus formas sutiles. Cotidianos modos de aplastar al otro, avasallarlo, imponerle.
Temas que hacen a la búsqueda del teatro del oprimido que nos regaló Augusto Boal.
A modo de experimentación de un teatro foro, pasamos a una escena entre un hombre y una mujer, dos desconocidos, el uno avanzando sobre el espacio personal de la otra. Múltiples resonancias y largo debate.
Con esta propuesta vamos a invitar a un diálogo o vamos a imponer nuestra mirada o nuestro posicionamiento?, se preguntaba alguien y Gandarí contaba del largo proceso para llegar a una escena que condense el posicionamiento del grupo, de la compañía, sobre un tema, para pasar a una escenificación en forma de pregunta que movilice en los espectactores posibles puestas en acción.
Sábado, de tarde, ronda de conversa, esas delicias que surgen en los espacios “entre”. Las mismas preguntas de hace 21 años reformuladas desde experiencias otras, lo novedoso y lo ya vivido puestos en diálogo.
Los maestros siendo evocados: Peter Brook, Jonathan Fox, Zerka Moreno.
Ya puestos los cuerpos en movimiento, evocamos también a la maestra de la que somos herederos universales, la pachamama, la madre tierra.
Gota a gota, ya no con tanto vértigo, al ritmo de lo reflexivo, fuimos explorando eso que Marilén llama la síntesis poética, menos es más, cuanto más sintética es la puesta en escena, mayor posibilidad de multiplicación interpretativa en la audiencia.
Gota a gota, cada quien prestó una canción, un poema, una danza, para dar formas tangibles al cierre imaginario hasta otros encuentros en algún otro rito imprescindible al son de la vida.
Tessa Rivarola, Paraguay. Participante de los celebres de los 21 años del Pasaje.