El Pasaje, Abril de 1996
Hoy, por la mañana, me he quedado solo .
Sin princesas ni caballeros. Solo a la orilla del tiempo, rodeado de historias y silencios….
Al ruido del agua de mi fuente se le ha sumado el sonido de las piedras violetas de Brasil colgadas por alguien en el hueco de mi viejo árbol. Una lluvia tenue y sostenida sobre el pasto verde parece llorar las ausencias de los que se fueron.
En el escenario vacío , retumban todavía los sonidos de las horas transcurridas durante estos tres días vividos al margen del tiempo y el espacio cotidiano.
La magia del teatro penetró cada rincón.
Allí , colgado de una viga de madera del techo, aparece Cyrano de Bergerac , envuelto en su capa negra y con su espada lista para batirse en duelo con el que aparezca. Irresistible bajo el sombrero negro , sus palabras de amor inundan el lugar.
El amor se entremezcla con la muerte y el misterio.
Carmen surge entre las telas de colores.
La sensualidad despierta los cuerpos , mientras la música de Bizet se escucha desde todos mis rincones.
La pasión y la alegría bailan en los cuerpos que se encuentran y en los que se evitan.
Un hombre misterioso atraviesa el lugar sin mostrar su rostro.
La muerte y la locura se asoman por las ventanas abiertas a la noche.
Las velas encendidas conjuran el hechizo.
El tiempo se desliza por un tobogán que nos lleva veinte años atrás. El lugar se llena de adolescentes bailando a oscuras, música de los 60 .
Los cuerpos se entrelazan envueltos en la magia de la noche, sazonados por los sabores recién degustados y las historias entrecruzadas que están haciendo nacer nuevas historias de amor en este mismo momento.
De las ramas del árbol , testigo de casi un siglo de vida de este lugar, se descuelgan viejos fantasmas susurrando al oído de los que están aquí , libretos que ellos obedecen y siguen al pie de la letra.
Fotografías viejas de un niño rubio con un cachorro de león aparecen en escena.
La balanza de la farmacia Santa Teresa , en Brasil , sostiene a un adolescente asustado, cerca de una vieja casa quinta de City Bell,.donde alguien espera una visita que no llega.
De pronto, un teléfono de madrugada, avisa a una familia que tiene que huír , porque la muerte amenaza.
Desde el baño, alguien que quedó encerrado, hace oir su voz. La locura enreda los hilos y los libretos se mezclan. El vértigo crece.
Dos personas pelean como animales salvajes y más tarde hacen el amor.
Mientras una madre da a luz un hijo que no iba a nacer y un abuelo es sacado del manicomio para ver a su nieto recién nacido.
Una amiga muere poco antes de su casamiento , en una casa deshabitada, con los muebles cubiertos por una gran sábana blanca , porque hay que ir a la procesión que acompaña a la novia muerta hasta el cementerio.
La música irrumpe con ritmo de rock y samba y la gente baila alegremente en medio del salón iluminado.
Los más cansados miran esta danza desde las ventanas , entre la alegría y la noche.
Otros se cuentan historias al oído susurrando secretos recién descubiertos , guardados durante años…
Como un caleidoscopio , la noche gira y gira .
Los colores cambian vertiginosamente: azul , rojo, violeta , amarillo , gris….
El negro de la noche sirve de telón de fondo.
«Todo es más contra el negro , todo es menos , cuando falta…» se oye decir a Cortázar..
Una niña espía por entre las piernas de los que danzan y espera , con una flor roja, que la pasión se encienda.
Las parejas se cambian por los sombreros que circulan , hasta que convocados por las velas y el bolero de Ravel, el grupo danza con un ritmo obstinadamente sostenido , en un rito que los une y lentamente , comienzan a elevarse por sobre el techo de madera y ladrillo , saliendo a volar por la noche de abril.
Los escasos transeúntes de la ciudad miran pasar , como una bandada de pájaros de la noche , a este grupo bailando Ravel , con telas de colores colgando de sus cuerpos , como alas de mariposas….
Los veo irse volando por sobre mi techo , recorrer La Cañada , la ciudad , el mundo entero…
Me quedo mirando el cielo , en el que se dibuja un inmenso arcoiris de colores.Al rato vuelven y muy suavemente , aterrizan en el escenario vacío, donde aún están encendidas las velas, esperándolos ..Y comienzan a cantar canciones infantiles. Una, otra, y otra más.
Después del vuelo , los cuerpos calmos, se van dejando acariciar por el sonido de las voces que los acompañan para irse a dormir. Cada vez más suavemente , hasta ser sólo un murmullo que lentamente va apagando las velas una a una, hasta quedar otra vez a oscuras.
Uno tras otro, en puntas de pie, salen a la noche.
La puerta de calle se cierra detrás de los últimos en salir. Mi viejo árbol y yo , guardamos nuevos sueños para soñar..